Interesante y emotiva película que narra la historia del Doctor Sayer (Robin Williams), un neurólogo que en 1969, trabajando en un hospital psiquiátrico en el Bronx (Nueva York), descubre los efectos terapéuticos temporales de la L-Dopa (fármaco que se utiliza para tratar el Parkinson) en personas que se habían visto afectadas por la epidemia de encefalitis letárgica que tuvo lugar entre 1917-1928 y que llevaban décadas en estado catatónico.
Está basada en la historia real de Oliver Sacks, famoso neurólogo y escritor británico que realizó el descubrimiento mencionado.
Es de destacar la interpretación magistral de Robert de Niro, dando vida a Leonard Lowe, uno de los pacientes del Doctor Saller.
La película también hace hincapié en distintos aspectos de la relación profesional sanitario-paciente dignos de mención.
- Por una parte, el peligro de etiquetar a distintas patologías o trastornos como crónicos, lo que lleva en ocasiones a desistir en el intento de buscar soluciones o a descartar cualquier oportunidad de mejorar la calidad de vida de los mismos, viéndolos solo como una carga que hay que asumir.
- Por otro lado, el polo opuesto, es decir, el hecho de dar falsas o poco fundamentadas esperanzas en cuanto a las posibilidades de mejora o cura de los pacientes. Esto puede deberse, entre otras cosas, a la contratransferencia que influye en el profesional, es decir a todos esos sentimientos y emociones que les evocan sus pacientes así como la empatía y compasión que en muchas ocasiones sienten hacia los mismos.
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