Hace referencia a cuán capaces somos de soportar la adversidad, de persistir aún cuando las cosas no nos salen como pensamos. Tiene que ver con la forma en la que afrontamos los problemas y lo persistentes que somos para resolverlos. Su desarrollo va adquiriendo mayor relevancia a medida que nos hacemos mayores pues es un componente clave del éxito y el bienestar en la vida adulta. En los bebés, la mayoría de las necesidades son satisfechas por sus progenitores o cuidadores. Su tolerancia al malestar y a la frustración es muy baja, cuando el bebé no ve cubiertas sus necesidades básicas de alimentación, sueño, afecto, etc. llora y se le proporciona lo que necesita. Pero, a medida que el bebé crece y pasa por los diferentes estadios evolutivos hasta llegar a la adultez, va desarrollando una mayor independencia a través de la utilización de estrategias como la confrontación, la negación, la rebeldía, entre otras. Esto le proporciona la oportunidad para enfrentarse a la vida de forma independiente y, por tanto, desplegar y desarrollar sus estrategias para resolver problemas y sobrevivir.
Una vida carente de problemas y sin adversidades deja al individuo desprovisto de la oportunidad para aprender las habilidades necesarias para vivir en sociedad como adulto. Por eso normalmente, desde determinados ámbitos de la psicología y la pedagogía se insiste tanto en la necesidad de estimular a los niños de forma temprana para que adquieran competencias en la mayor cantidad de ámbitos posibles, lo cual, posteriormente en la adultez es más complicado, aunque no imposible.
Cabe aclarar que la tolerancia a la frustración no tiene que ver tanto con el éxito o la capacidad para resolver problemas, sino con en qué medida somos capaces de soportar los distintos conflictos, errores o fracasos que nos va trayendo la vida sin desmoronarnos, rendirnos o perder la esperanza.
Imagina que quieres aprender a tocar la guitarra. Si eres una persona con una alta tolerancia a la frustración, probablemente asumiras como parte del proceso el malestar y los errores que cometerás como principante (dolor en la mano y la muñeca, fallo al colocar los dedos en los trastes, agarre incorrecto de la pua, etc) no dejando que estos te desanimen y te hagan abandonar tu práctica. Sin embargo, si tienes una baja tolerancia al malestar, al primer signo de esfuerzo, de falta de capacidad o de error claudicarás.El mito de eliminar siempre el malestar.
Muchos de los motivos que llevan a personas a solicitar ayuda psicológica tienen que ver con la eliminación del sufrimiento o de las mal llamadas emociones negativas. No obstante, en algunas ocasiones, tratar de suprimir los síntomas únicamente genera más resistencia y por tanto un aumento del malestar, sobre todo cuando se trata de un malestar inherente a la situacón que estamos viviendo.
Por ejemplo, todos hemos sufrido estrés y ansiedad por la realización de algún examen. Las tareas de estudiar, de aprender algo nuevo y de ser evaluado con el consiguiente miedo al fracaso llevan implícito cierto estrés y ansiedad. Esta ansiedad, si no es excesiva, resulta adaptativa, puesto que genera en nosotros el estado de alerta necesario y cierta urgencia que nos ayuda a tomar la decisión de ponernos a estudiar. En este caso, una persona con poca tolerancia al malestar es probable que ante la ansiedad que le genera el mero hecho de ser evaluado y el temor al fracaso, en el peor de los casos ni si quiera lo intente.
Por tanto, en ciertas ocasiones, aceptar la experiencia interna de malestar que nos provoca una situación dada o la realización de una tarea, normalizándola y considerándola una reacción normal del cuerpo como respuesta a las circunstancias puede hacer que gastemos mucha menos energía que al tratar de resistirnos y así poder dedicarla a lo que estemos intentando llevar a cabo.
¿Qué hago si tengo una baja tolerancia al malestar?
A continuación, explico brevemente algunas de las estrategias que puedes seguir si consideras que tienes una baja tolerancia a la frustración. Recuerda, no obstante, solicitar ayuda si te genera mucho malestar o interferencia en diferentes áreas de tu vida.
1. Acepta los errores como parte del proceso.
Si aceptamos esta premisa ante cualquier reto o problema que enfrentemos nos ayudara bastante a trabajar la tolerancia al malestar.
2. Establece metas realistas.
No obstante, aún teniendo en cuenta el punto uno, no debemos obviar nuestras capacidades en relación a la situación que enfrentamos. Conocernos bien a nosotros mismo (nuestras capacidades y límites) así como analizar previamente el problema en cuestión puede ayudarnos a ajustar nuestras expectativas y no perseverar en el error cuando se trate de un objetivo que está muy lejos de nuestras posibilidades.
3. Analizar tus creencias relacionadas.
Detrás de la baja tolerancia al malestar pueden haber ciertas creencias irracionales o distorsiones cognitivas como el perfeccionismo, los deberías o la inferencia arbitraria que ya vimos en un post anterior (Las 10 distorsiones cognitivas más habituales). Por ejemplo, una persona que padece ansiedad social y que piensa "debería estar siempre agusto cuando estoy con gente" y además tiene una baja tolerancia al malestar, cuando se decida a ir exponiéndose paulatinamente a situaciones sociales y vea que se siente extraño, incómodo o ansioso en presencia de los demás, es probable que considere que no lo está haciendo bien y el propio malestar que le genera le haga abandonar. En esta situación, sería mucho más adaptativo, considerar que, por un lado, exponerse a situaciones sociales, tengas o no ansiedad social, siempre conlleva, en ocasiones, cierta incomodidad, tensión y malestar; y por otro, asumir como normal el malestar asociado al comenzar a exponerse a algo que probablemente llevas tiempo evitando, saliendo por tanto de tu zona de confort.
Mario.
Muchas gracias por la información.
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