El dolor es un proceso neurobioquímico de envío de información a los centros de procesamiento cerebral superiores para, de esta manera, ser percibido como un síntoma de alarma, lo cual nos permite actuar con más o menos urgencia para soliviantar la causa del mismo. Es en este aspecto supervivencial donde se encuentra una de las diferencias esenciales entre dos tipos de dolor, el crónico y el agudo. Mientras que el dolor agudo nos permite, además de ser conscientes de la causa del mismo, actuar en consecuencia, dotándonos de la actitud y motivación necesaria para ponerle remedio, en el dolor crónico ocurre precisamente lo contrario, incluso puede llegar a persistir cuando la causa ya ha desaparecido. En este caso el dolor se convierte en la enfermedad, a diferencia del caso del dolor agudo en el cual se trata al dolor como síntoma.
La aparición del modelo multidimensional con la Teoría de Merlzack y Wall (1967) supuso un punto de inflexión donde se paso de una perspectiva unidimensional del dolor procedente del modelo biomédico en la cual el dolor era directamente proporcional a la magnitud de la lesión, a tener en cuenta otras variables. En dicha teoría se hace énfasis en las variables cognitivas como los pensamientos, las creencias o valores como moduladoras de la experiencia subjetiva del dolor.
En este sentido Rosales et al. (2013) se refiere al dolor como una manifestación multidimensional en la que interactúan factores biológicos, comportamentales, psicológicos y sociales.
Esta transición en la manera de entender el dolor es de vital importancia puesto que ante las limitaciones del modelo biomédico para hacer frente a tan importante cuestión, el modelo multidimensional del dolor ha dado lugar a multitud de técnicas e intervenciones para tratar el problema del dolor crónico.
El dolor crónico es un problema importante a nivel mundial, se estima que el 20% de los adultos lo sufren (Goldberg y McGee, 2011). Está presente en multitud de patologías y trastornos. Las causas más comunes son
Cáncer, Osteoartritis y artritis reumatoide, operaciones y lesiones, y problemas espinales (Goldberg
y McGee, 2011). Además, afecta a todo tipo de población, independientemente de
la edad, sexo, raza, etnia o zona geográfica.
El objetivo de este texto se centra en una de las técnicas cognitivo conductuales de tercera
generación, la Atención Plena (Mindfulness). Las intervenciones, en esta tercera generación, se
basan en las anteriores pero suponen un cambio de visión, más orientada a modificar la experiencia
consciente y personal del paciente, trabajando las actitudes hacia el problema y la aceptación como
realidad del mismo, evitando sufrimiento innecesario y descartando en parte la necesidad de
“limpiar síntomas” y eliminar todo lo que es considerado como causa o consecuencia negativa del
problema más característico de las TCC de segunda generación (Hayes, 2004).
La práctica del Mindfullness, tiene su base en diversas técnicas de meditación budistas milenarias, las
cuales, a través de algunos profesionales pioneros en su uso en el ámbito clínico se
han ido introduciendo progresivamente en la cultura occidental durante el siglo XX. Personajes
como J. Kabat-Zinn el cual utilizó el mindfulness en hospitales para tratar tanto el dolor crónico
como diversas somatizaciones del estrés.
Intervención del dolor crónico con Mindfulness.
En la actualidad, la práctica del mindfulness está en pleno
crecimiento tanto en lo referente al dolor crónico cuyo auge es más notorio como en otros trastornos
como el TDAH o el TLP (Trastorno límite de la personalidad) e incluso fuera del ámbito clínico por ejemplo en lo referido al desarrollo
personal, coaching entre otros.
A pesar de que existen muchas definiciones sobre lo que es el Mindfulness y sus componentes,
parece haber cierto consenso en que esta técnica se basa en fundamentalmente en vivir el presente,
experimentarlo tal y como es. Otra de las características que se refleja en la mayoría de las
definiciones es la importancia del mantenimiento de una actitud compasiva y de apertura hacia la
realidad actual, sin juzgar sin dejarse llevar por aprendizajes morales y hedónicos, es decir, sin
clasificar ni etiquetar los sucesos y experiencias como buenos o malos, como agradables o
desagradables. En palabras de J. Kabat-Zinn se trataría de llegar a tener una “mente de
principiante”, es decir, no dejarse influir por aprendizajes ni condicionamientos previos. De forma
más concreta se ha propuesto definir el Mindfulness como una forma de atención no elaborativa
centrada en el presente y aceptándolo tal y como es. (Bishop et al., 2004).
Intervención del dolor crónico con Mindfulness.
En lo referente al tratamiento del dolor crónico a través de esta técnica, puede ayudar a los pacientes
a tener una mayor aceptación de su realidad actual. De esta manera serán más conscientes de la
separación que existe entre su propia experiencia sensorial dolorosa y el sufrimiento asociado a
esta, entendido como la respuesta cognitivo-emocional ante una situación percibida como peligrosa
para la integridad física y/o psicológica de la persona ya sea ante un dolor físico o ante una situación
dolorosa (Arnau, 2015).
Como comenta Arnau (2015) en el sufrimiento participa la memoria, la imaginación, la inteligencia y la voluntad, recurrimos al pasado,
nos trasladamos al futuro y puede durar indefinidamente, pese a que la situación por la que se
generó ya se haya solucionado.
En este sentido existe cierta relación entre lo que implica el
sufrimiento y el fin último del mindfulness en el tratamiento del dolor crónico, puesto que a través
de la práctica de la atención plena se busca traer de vuelta a la persona hacia el presente, haciendo
que aumente su consciencia y aceptación de la situación de manera que aumente su tolerancia al
problema al darse cuenta de que los estados emocionales, cogniciones y pensamientos negativos son
sucesos que no permanecen en el tiempo (Simón, 2012) y que con ello disminuyan sus patrones
conductuales evitativos , alejándose de la indefensión.
El hecho de traer la atención hacia el presente, no quiere decir que si nos distraemos estemos
haciendo algo mal. Lo verdaderamente importante es que el paciente sea consciente, se de cuenta de
esos cambios ,de como tanto nuestras emociones, pensamientos y atención cambian, de manera que
llegue a ser consciente de la impermanencia de dichas cogniciones o afectos, lo que le llevará como
ya hemos dicho a relativizarlos y a disminuir el sufrimiento que conllevan (Simón, 2012) por tanto
aumentará su capacidad de autorregulación emocional y su capacidad para dirigir su atención
voluntariamente.
Desde una perspectiva neurofisiológica, con la práctica del Mindfulness el paciente puede reducir la
influencia del procesamiento del procesamiento denominado de arriba abajo, el cual dificulta que la
información sensorial llegue de manera integra a la consciencia (Engel, Fries y Singer, 2001).
Mediante la práctica del Minfulness el paciente es más consciente de la información proveniente de
los sentidos, no dejando que procesos más automáticos y clasificadores de la información entrante
interfieran, capacitando así a la persona a poder elegir una respuesta más adaptativa. (Simón, 2012).
Pese a que no elimine por completo la ansiedad y el sufrimiento, el hecho de prestarles atención
como mero observador, ayuda a los pacientes a evitar que estos síntomas negativos se globalicen ,
permitiendo relativizarlos y sobre todo en el caso de las emociones negativas relacionadas con su
dolor, considerarlas como meros estados transitorios. De esta manera, son capaces de afrontar y
exponerse durante más tiempo a sus sensaciones, sin que ello implique sufrimiento adicional,
derivado de juzgar sus sensaciones, de luchar contra ellas o intentar evitarlas.
Aunque aquí nos centremos concretamente con el problema del dolor crónico, la práctica
del Mindfulness reporta a sus practicantes múltiples beneficios, siendo, algunos de ellos relevantes
para el tema que abordamos. Se sabe que su práctica contribuye a la regulación emocional,
favoreciendo estados de animo positivos y conductas de aproximación, a su vez contribuye a paliar
los efectos inmunodepresores del cortisol, a través de la reducción del estrés.
La resultados sobre la investigación de la efectividad de la práctica de la Atención Plena, sugieren
que esta, y la Terapia de Aceptación y Compromiso pueden ser una alternativa a la terapia
cognitivo-conductual, pero que sus resultados no son superiores a esta última.(Rosales et al. , 2013).
Un problema de las técnicas cognitivos conductuales de tercera generación, derivado de sus
predecesoras, es que el procedimiento es muchas veces inespecífico, es decir, en ocasiones, es
difícil tener claro el proceso o protocolo a seguir, así como el acceso al mismo. Esto a su vez, se ve
agrabado debido a la multitud de enfermedades que cuentan con dolor crónico, con lo que, pese a
ser el dolor una experiencia universal, es necesario elaborar planes de intervención específicos para
las distintas patologías, ya que cada una de estas posee características idiosincrásicas relevantes a la
hora de diseñar intervenciones eficaces. Esto se ha visto, debido a que muchas veces las muestras
representativas en los distintos estudios están centrados en un tipo específico de enfermedad, como
por ejemplo el dolor crónico lumbar. Se considera que habría que ampliar el rango de enfermedades
estudiadas porque cada una de ellas nos puede aportar información útil para, como ya hemos dicho,
elaborar planes de intervención más específicos.
Como conclusión podemos decir que el Mindfulness es un tratamiento o técnica con resultados
favorables en lo que se refiere al dolor crónico, ya que como fin último ayuda al afrontamiento
adaptativo y prolongado de la experiencia subjetiva de dolor, promoviendo una mayor autonomía
del paciente.
Sin embargo, parece que sus efectos no son mayores que la terapia cognitivo
conductual en sí misma. Como punto a su favor, está el cambio de perspectiva para con los
síntomas, ya que no busca eliminarlos, ni busca combatirlos de forma por lo menos directa, sino que
su actuación se basa fundamentalmente en la reducción del sufrimiento, sobre todo aquel que se
deriva de la reacción emocional y cognitiva de la experiencia de dolor.
Mario
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